April 18, 2024
Deja de hablar como piensas | Aurora Michavila
Deja de hablar como piensas.
Y es que probablemente tu mayor desafío para ejercer tu capacidad de influencia no reside en cómo son tus equipos o tus jefes. Ni en las circunstancias que en este momento te rodean. Que a lo mejor no son óptimas, de acuerdo. Pero aún así, no. Tu gran problema no son ellos. No saquemos balones fuera. El melón que no quieres abrir, lo llevas dentro. Lo llevamos todos dentro. El gran desafío reside en nuestra propia forma de pensar. En la manera que tenemos de ver y leer a los demás y de explicarnos la realidad en nuestros términos. Y la tenemos tan interiorizada que no somos capaces de observarnos con un poco de distancia, para atrevernos a cuestionarla.
JF Kennedy decía “son demasiadas las veces que disfrutamos del placer de dar una opinión, sin haber transitado la incomodidad de retar nuestros propios pensamientos”. Y es que retarse a uno mismo tiene un cierto grado de valentía. Y tu propio cerebro no siempre te lo pone fácil. Dado que recibe una cantidad descomunal de impactos de información cada segundo y que está preparado para garantizar tu supervivencia, encuentra la manera de ayudarte a sacar conclusiones de manera rápida. Porque sería imposible procesar toda la información de forma consciente y racional. O al menos sería poco productivo para el día a día. Así que encuentra sus propios atajos en forma de sesgos cognitivos e ilusiones que ejercen de filtro. Como cuando escuchas solo para validar lo que ya has decidido y te pierdes muchas de las cosas que te están diciendo. O te proyectas en la persona que tienes delante y crees saber lo que piensa, te anticipas y metes la pata. O caes en la trampa, sin saberlo, de opinar lo que dice una mayoría.
Por eso, antes de casarnos a las bravas con nuestra propia forma de pensar, debemos ser valientes y humildes para auto cuestionarnos. Y la manera más eficaz de hacerlo es entrenando nuestra curiosidad.
“La curiosidad es el motor del logro”, decía nuestro querido Ken Robinson. Y ser una persona más curiosa es cultivar el arte de hacer(se) más y mejores preguntas, como explica el periodista y autor de varios libros sobre el tema Warren Berger. Preguntas que tienen como objetivo lograr cambiar nuestra forma de pensar, para recordarnos que debemos soltar el piloto automático y pensar más despacio. Ampliando la perspectiva, detectando nuestros sesgos y prejuicios. Y observando cuando caemos en reacciones emocionales del pasado que ya no nos sirven. Porque aprender a hacer(nos) preguntas nos ayuda a retomar la dirección correcta en momentos críticos
cuando intentamos 1) decidir sobre algo, 2) crear algo, 3) conectar con otras personas y 4) ser un líder bueno y eficaz.
Por ello te invito a que no hables como piensas. A que cuestiones tu forma de pensar si quieres mejorar tu habilidad para comunicar y ejercer tu capacidad de influencia en tus equipos, con tus pares o con tus jefes. Porque no puedes ser un gran comunicador si te haces las preguntas equivocadas.
Pero seamos honestos, ¿a cuántos de nosotros nos han enseñado realmente a ser buenos “preguntólogos”? Crecimos siendo evaluados académicamente por nuestra capacidad de memorizar la respuesta adecuada. El examen y la nota siempre estaban enfocados en la respuesta. En el resultado. Pocas veces, o probablemente ninguna, en la calidad de la pregunta. ¿O es que tú tuviste la suerte de hacer un examen donde se ponía nota a las buenas preguntas?
Sin embargo, la calidad de tu vida personal y profesional vendrá en gran parte definida por tu curiosidad y por tu habilidad para hacer(te) mejores preguntas. Que serán las que te abran la mirada. Las que te descubran nuevos espacios en tu mente para conectar con otras personas sin juzgar. Las que te ayudarán a tomar mejores decisiones y liderar con legitimidad, guiando para que otros también las tomen. Ejerciendo de forma saludable tu capacidad de influencia. Así que no dejes de crecer en el arte de preguntar y te será más fácil liderar.
